jueves, 27 de diciembre de 2012

São Paulo

Ya llegaba con el pre-concepto de que era una ciudad más grande y más peligrosa que Medellín, que no podía salir sola, que no podía sacar el celular, que no podía sacar la billetera, que no podía y que no podía. Hasta la bendición me daban cuando decía que allí me quería quedar un tiempo mientras empezaba mi intercambio. Días antes del viaje empecé a mirar mis contactos de skype y facebook y recordé que tenía un amigo de esa ciudad, que justamente era taxista y que no creía que fuera yo a ir a visitar su país. Se ofreció muy amablemente a recogerme en el aeropuerto y llevarme hasta el lugar donde me iba a quedar.

Primer riesgo: no tenía ni idea de quién era, habríamos hablado, si mucho, cuatro veces en la vida; no sabía nada sobre su familia pero aún así acepté que me recogiera. El vuelo llegaba a las 2am y no creo que otra persona fuera a ofrecerse para ir a buscarme (el aeropuerto queda lejos de la ciudad). El segundo riesgo que tomé fue con el hospedaje. Por esos días conocí el sitio web www.couchsurfing.org por medio de mi amiga Sandra Castaño. Empecé a mirar cómo funcionaba y de repente me llegó una invitación para quedarme en la casa de un hombre, Paulo. Él decía que aunque yo fuera nueva en el sitio, el quería conocer a alguien de mi cultura y pues que su casa estaba disponible. Acepté también! Claro, en mi familia nadie sabía de eso, ni se lo imaginaban. No quería preocupar a ninguno sin haberme ido aún.

Esa madrugada cuando llegó el vuelo, fui a recoger mis maletas y ahí, en frente de la puerta estaba Thiago. Acepto que varias veces pensé que no iría a aparecer y que tendría que tomar un taxi pero no, él cumplió con lo que había dicho. Menos mal hablaba inglés y pudimos comunicarnos con facilidad. Llamamos a Paulo, que me recibiría en su casa y entre dormido nos explicó por donde quedaba su casa. Todo el camino conversamos, escuchamos música turca y compartimos algunos gustos en común sobre esa cultura. Tengo demasiado que agradecerle a él. Fue la primera persona que conocí en Brasil y uno de los que no dudo ni un segundo para ayudarme en lo que quería.

Llegamos al edificio donde vive Paulo y las llaves de su casa estaban en la portería, subimos y estaba bastante dormido. Thiago se fue para su casa y quedaba ya en manos de ésta persona que me había hecho la invitación por una página de internet. Estaba él ya hacía tanto rato dormido que me saludó rápidamente, me mostró la habitación donde me iba a quedar, me prestó el computador para escribir a mi familia y se entró a su cuarto inmediatamente. Fue bastante extraño y me puso nerviosa. Se suponía que al amanecer el me despertaría para llevarme a un parque pero cuando me desperté ya se había ido. Me dejó una nota bajo la puerta explicándome que, con su novia, intentaron levantarme pero al final decidieron dejarme durmiendo y luego me llevarían a conocer.

También en la nota me explicaban cómo llegar al café más cercano, al metro y además me pedían el favor de que alimentara a su cachorro de unos poquitos meses de nacido. Como si a mi me gustaran las mascotas! Ahí estaba yo, sin saber cómo cuidar a un perrito pero ya encantada con él. Decidí entonces salir para conocer un poco pues no tenía activada la sim card del celular y no tenía la clave del wi-fi para contactar a alguien. Salí de la casa y le pregunté al portero sobre el camino que debía tomar, pues no había entendido muy bien las indicaciones en la nota de Paulo. El señor no entendía lo que yo quería y yo tampoco le entendía a él, así que me regaló un minuto para llamar y cuando contestaron se le acabó el saldo. Estábamos sin saber qué hacer.

En ese momento salía un señor del edificio y el portero le explicó lo que pasaba, así que el vecino se ofreció a llevarme hasta la estación y de nuevo: acepté!
Él sólo me hablaba por señas, me decía que lo siguiera. En el camino hacia el metro intentamos comunicarnos y me ayudó a activar mi celular, además de que me dejó dentro del metro y me regaló un mapa en el cual me señalaba las estaciones que podrían servirme. Di un corto paseo en el metro, no quería que se oscureciera y luego no supiera cómo regresar a la casa. Saliendo de la estación ya no reconocía el camino, así que le pregunté a una señora y ella iba por ese mismo lado además de que tenía un esposo español y pudo entenderme súper fácil.

Cuando llegué a la casa ya estaba Paulo con su novia, Heloisa. Me dieron la bienvenida, se disculparon por no haberme podido esperar la noche anterior, me llevaron a conocer varios lugares y a comer en un buffet de sopas. Si el tráfico me desespera en Medellín, allí me enloquecía. Podía durar 3 horas en un trayecto muy corto y los carros ni se movían, lo mejor definitivamente era usar el metro.
Los nervios ya habían desaparecido y me sentía como en mi casa, la habitación era muy cómoda y tenía todo lo que yo necesitaba. Esa noche terminó rápido y ya llegaba un nuevo día, con otra nota de mi anfitrión y muchas cosas por vivir.

Pude comunicarme con mas personas que también había conocido en aquél sitio web pero que habíamos acordado para salir a conocer. Durante en día salí con Jader, viajamos en metro y visitamos muchos lugares. Él me llevó a conocer varios de los mejores lugares que tiene esa ciudad.
Estuvimos en el barrio liberdade, que es japonés y te sientes como si estuvieras entrando a un país diferente. Todas las personas con "ojos rasgados", las lámparas, las calles, los almacenes, los restaurantes, todo es demasiado oriental allí. Lo primero que probé fue "melona", una paleta con sabor a frutas, deliciosa. Luego fuimos a visitar museos donde conversamos con japonesas que nos contaban sus historias, bueno, en realidad conversaba más Jader que yo :D él era mi traductor oficial.

Después fuimos a almorzar a un restaurante vegetariano, una carta bastante "exquisita". Jader me explicó todos y cada uno de los platos, nos reíamos mucho pues había cosas a las cuales yo no les encontraba relación. Por ejemplo, un jugo de aguacate. Terminamos el almuerzo y seguimos recorriendo San Pablo. Vimos plazas, parques, calles y finalmente llegamos a un edificio alto desde donde podríamos divisar gran parte de la metrópoli. Fue encantadora esa parte del paseo, el guía del edificio fue muy amable y nos permitió quedarnos bastante tiempo allá arriba, yo asombrada y muy contenta.

Ya terminando la tarde nos fuimos para la Av. Paulista, donde me encontraría con Milena, otra colombiana que estaba allí. Con ella probé lo mejor y lo peor de Brasil: trufas rellenas y jugo de açai. Conversamos y también conocimos algunos lugares por esa avenida. Thiago, el que me había recogido en el aeropuerto, fue a buscarnos y dejamos a Milena en su casa. Esa noche conocí a la familia de él, una familia muy bonita y acogedora. Su mamá y su hermana fueron muy amables y me atendieron súper bien.
Vivía a 45 minutos de la casa de Paulo pero me dejó de nuevo allá. No podía creer que pudiera portarse tan bien conmigo si apenas nos habíamos visto. Pero así era.

Al día siguiente seguía conociendo la ciudad, durante el día. En la noche, Farley fue a buscarme a la casa y fuimos juntos a comer. Es una persona demasiado agradable para conversar, tiene mucho por contar y además quería conocer sobre mi ciudad. Aparte de eso, estaba estudiando español, entonces aprovechó y practicó conmigo. Por primera vez me comía un "lanche" en Brasil, fue delicioso.
Después nos fuimos a caminar hasta llegar a la casa de su padre, también muy amable. Finalmente nos fuimos para un bar donde tomamos cerveza de trigo y seguimos conversando. Aunque ya era la madrugada, me llevó cerca de algunos lugares que yo no había conocido y prometió llevarme cuando regrese a su país. (Una de las promesas que me traje del Brasil)

Ya se agotaba mi tiempo en San Pablo pero todavía tenía tres meses adelante con miles de historias. Temprano al día siguiente, Paulo y Heloisa me llevaron a la terminal de transportes donde ya tomaría mi camino hacia el estado de Santa Catarina.

Pasé días increíbles en ésta capital.

Aquí quiero mencionar, como forma de agradecimiento, a todas esas personas que me ayudaron en esa ciudad. Los que me hospedaron, los que salieron conmigo, los que me dieron indicaciones... en fin, para todos los que permitieron que mi estadía durante la primera semana fuera un adelanto para saber todas las aventuras que viviría. Por demostrarme que las personas buenas abundan en el mundo y que la amistad traspasa cualquier frontera e incluso cualquier idioma. 
Thiago y su familia, Paulo Saporito y su novia Heloisa, Jader Arruda, Farley Pablo e incluso una colombiana: Milena Restrepo. Al portero del edificio, al vecino que me llevó hasta el metro, a la señora que me encontré en el camino hacía la casa, a los japoneses del barrio liberdade, a las meseras del café cerca de la casa, a las guías del metro... São Paulo, una ciudad con tanto calor humano como su tamaño.











La decisión


Donde se empiezan a escribir unas páginas maravillosas de mi vida.

Hacía ya dos años que había ingresado como miembro de AIESEC en mi ciudad. Entré a la organización porque quería irme de intercambio para Turquía y veía todas las posibilidades a mi favor por medio de ésta ONG. Cuando entré, empecé a conocer muchas personas y a identificar mejor los procesos que se llevaban a cabo para traer personas de otros países y para que colombianos también tuviéramos esa oportunidad. Me enamoré totalmente del trabajo que se realizaba y empecé a trabajar como miembro de un equipo.


Pasaba el tiempo y todavía no se cumplía mi primer propósito que era hacer un intercambio, estaba súper animada con lo que venía haciendo y no quería dejar todo el trabajo iniciado para viajar.

Empezando el 2012 recibíamos muchos practicantes de Brasil, además de que por medio de la Internet conocí a muchas personas de ese país; la verdad no me interesaba aprender portugués y tampoco tenía ganas de viajar a un país "allí cerquita", yo quería conocer una cultura diferente, que también estuviera obligada a hablar inglés, donde yo no pudiera hacer uso del español porque nadie me iba a entender.


Pues bien, la vida no siempre funciona con nuestras ideas y, muchas veces, aquello que no queremos se convierte en un sueño increíble. Por medio de AIESEC comencé a mirar algunas prácticas que tenían disponibles en Brasil y en Turquía, las del primer país estaban muy conectadas con mi carrera (y eso era lo que necesitaba) en cambio en el país turco eran un poco diferentes. Ahora era cuando todo se ponía complicado, pues se empezaba a despertar un interés muy grande en mí por viajar a Brasil.



Fue ahí cuando conversé con personas que conocía allá, con amigos que ya habían ido, con brasileños con los que tenía cierta cercanía y estaba fascinada con la idea de realizar el viaje aunque no supiera ni una palabrita en portugués. Luego venía la decisión de irme al norte o al sur: quedan realmente lejos uno del otro. Si escogía el sur, probablemente no conocería el norte y viceversa. Finalmente cuando decidí que quería mucho estar en el sur, me di cuenta de que en Brasil hay invierno; yo como muchos otros extranjeros, me imaginaba que era un país como Colombia donde tal vez llovía pero nada para preocuparse. Fue entonces cuando un amigo que estaba en el sur me dijo: "hoy estamos a 2° y se va a poner peor para mitad de año". 



¿Por qué me iría para Brasil en un invierno tan cruel cuando en Turquía estarían en verano? Verano en el mediterráneo, ¿quién lo rechazaría? 

Pues me arriesgué a vivir la experiencia, el mismo día compré abrigos, guantes, bufanda, medias y todo lo que podía ver que me sirviera para que no fuera muy aterrador el encuentro con aquél clima. En mi familia estaba la duda e insistían con que lo pensara bien y decidiera cuál sería el mejor destino. Pues el destino elegido fue: Joinville, Santa Catarina, Brasil. ¿Join qué? ese nombre suena como a país europeo, no vaya a ser que esté haciendo contrato con un lugar imaginario. Otro choque sin salir todavía del país.


Me hicieron una entrevista, todo fue genial con el brasileño que me entrevistó: estaba más encantado el con Colombia y tenía más preguntas sobre el país que sobre mí. Días después me confirmaron que había sido aceptada y ya tenía mi intercambio. Profesora de español para jóvenes y adultos en un colegio. Por esos días también me confirmaron que tenía una familia, ¡una familia brasileña! qué emoción sentía. Hablé por primera vez con una de las hijas, Lara, con quien me sorprendí pues hablaba español y fue más fácil comprender todo el proceso que iniciaría. 

El martes 15 de mayo salí de Medellín, con destino a São Paulo. Las despedidas fueron muy bonitas y emotivas. La semana antes del viaje me reuní con muchísimos amigos, fuimos a comer, a bailar, a conversar por esa última vez. Fueron varios días de encuentros y mensajes especiales, de recuerdos, regalos y memorias que siempre tengo en el corazón.
El día del viaje fui al aeropuerto con mis papás, mis hermanos y mi padrino. Allí estaba esperándome, también, Sandra. No podía irme sin que nos despidiéramos. 

Llegué iniciando el 16 de mayo. Una fecha que marcaría el comienzo de muchas vivencias, alegrías, personas maravillosas y que terminarían con ese sentimiento tan brasileño: SAUDADES!
Muchas veces, esas historias, sólo se viven y se sienten una vez. Además nadie las va a sentir como quien de verdad las vivió. Quiero compartir todos esos momentos y sentimientos bonitos, chistosos, extraños, en fin! que puedan disfrutar y conocer al menos una parte de mi experiencia en Brasil.